El poder crea simulacros en los que se cuestiona a sí mismo, y al mismo tiempo cuestiona topo tipo de oposición posible.
El poder pretende así ser tanto el sistema como su mismo antisistema.
El poder se celebra a sí mismo como su mayor crítico, y en cuanto a eso, sacrifica a aquellos de sus sirvientes que de forma más escrupulosa cumplen con sus designios.
El poder quiere así darle lugar dentro del mismo sistema a cualquier tipo de disidencia, incluso a las que promulgan la desaparición del sistema.
Si alguien logra salirse de esta economía perversa, el poder se encargará de exterminar esa voz.
El poder instaura inquisiciones, y luego se justifica ajusticiando a los mismos inquisidores que antes le han servido.
Estrenado en 2013, producción de Teatro del Astillero, con Chema Ruiz y Daniel Martos y dirección de Luis Miguel González Cruz.